HISTORIAS DE GNOMOS - EL DIAMANTE NEGRO
En 2010, el Grupo ALMA (Amigos, Literatura, Memoria y Acción), al cual pertenezco y que funciona desde el Club Unión de Del Viso, Social, Cultural y Deportivo, presenta en sociedad la Colección ALMA, Diez libros de diez autores de Pilar. Bajo el lema "Es primavera y en Del Viso florecen libros", el 27 de noviembre, ve la luz "El diamante negro", una novela de fantasía heroica, autogestionada, tal como los otros nueve libros, editada por Zeit Ediciones y cuya tapa ilustró Kripto, dibujante que actualmente colabora con El Diario Regional de Pilar.
En 2010, el Grupo ALMA (Amigos, Literatura, Memoria y Acción), al cual pertenezco y que funciona desde el Club Unión de Del Viso, Social, Cultural y Deportivo, presenta en sociedad la Colección ALMA, Diez libros de diez autores de Pilar. Bajo el lema "Es primavera y en Del Viso florecen libros", el 27 de noviembre, ve la luz "El diamante negro", una novela de fantasía heroica, autogestionada, tal como los otros nueve libros, editada por Zeit Ediciones y cuya tapa ilustró Kripto, dibujante que actualmente colabora con El Diario Regional de Pilar.
"El diamante negro" sería el primer libro de una saga que continuaría con "El libro nunca escrito" y que finalizaría con "El cristal ardiente" o "El espejo ardiente". Se busca editorial importante.
DIBUJO ORIGINAL DE KRIPTO
CÓMO NACIÓ EL DIAMANTE NEGRO: Fue una propuesta que me hizo la gente de Distal. En ese momento aparecía el libro "Gnomos" o "Gnomes", en inglés, de tapas duras, papel ilustración y unos dibujos extraordinarios. Como hay un público cautivo que consume este tipo de literatura, la propuesta fue que yo escribiera una historia sobre gnomos y que la ilustrara un dibujante extraordinario, Claudio Atrio, de Aldo Bonzi, cuyos dibujos de gnomos alcancé a ver y me parecieron maravillosos. Pero, cuando se avanzó en el tema, privó la parte económica: era muy costoso hacer acá un libro como "Gnomos". El proyecto se suspendió, pero yo seguí escribiendo el libro, que finalmente se publicó en noviembre de 2010 en la Coleción ALMA de Del Viso.
PRIMER CAPÍTULO DE EL DIAMANTE NEGRO
I
En la apacible aldea subterránea del bosque
de hayas del Valle de Aquende la vida de los gnomos podría haber continuado
tranquila y rutinaria por cien o doscientos años más, tal vez por quinientos
años más; tal vez por siempre, si ese atardecer de octubre no hubiese regresado
Surko montado sobre el cuello de Nivis, el águila blanca real, luego de haber
sobrevolado, como se estilaba una vez por semana, el Valle de Allende, más allá
de los altísimos picos nevados de las Montañas Dwarfs que separaban ambos
valles, con una noticia estremecedora: un ejército de trolls, tal vez
ochocientos, tal vez mil, tal vez muchos más, ya que había sido imposible
establecerlo con precisión, estaba socavando un túnel en una ladera de las
Montañas Dwarfs, del otro lado del valle de los gnomos, tratando de sentar un
paso hacia este pacífico y acogedor sitio jamás hollado por pie de criatura alguna,
como no fuese por pie de gnomo o animal del bosque.
Surko venía gritando, desparramando a voces
la terrible noticia desde antes que Nivis, el águila blanca real, se posara
suavemente en Nihil, la aldea de los gnomos en el bosque de hayas. Algunos
gnomos ya se habían retirado a sus hogares subterráneos y otros permanecían
aún en la superficie departiendo amigablemente, tratando temas tan diversos
como la recolección de hongos comestibles, la pesca en el Arroyo Dorado, que
atravesaba el Valle de Aquende, la velocidad de un ciervo en peligro o el
romance de Terko y Ludmila, toda una novedad en la aldea, romance nacido al
amparo de ese cálido clima del dorado otoño que comenzaba a insinuarse.
Lo normal debería haber sido que Surko
sobrevolara el lugar conduciendo a Nivis en silencio, saludando a los que
estaban en la hierba con una leve inclinación de cabeza o agitando su mano izquierda
en alto, mientras con la derecha inducía a Nivis a describir un círculo en el
claro del bosque antes de aterrizar, sólo por demostrar su destreza en el
manejo del animal. Luego debería saltar desde el cuello del águila, acercarse a
los presentes, saludar nuevamente con el brazo derecho en alto y decir por
enésima vez la frase que los gnomos venían escuchando de su boca desde hacía
años, cuando luego de encontrar a Nivis herida en un ala por una flecha
arrojada por un hombre y luego de curarla, gracias a él, Surko, la aldea de los
gnomos comenzó a contar con la invalorable observación, una vez por semana, de
lo que ocurría en el Valle de Allende, más allá de las Montañas Dwarfs, donde
moraban los trolls y otras criaturas aborrecibles que podían poner en peligro
las vidas de los gnomos si alguna vez lograban atravesar esa inexpugnable
muralla natural que conformaban los centenares de picos de más de quince mil
metros de altura de las montañas mencionadas.
Esa frase, de ordinario, era: “¡Sin novedad
en el Valle de Allende!”, y todos respiraban, entonces, aliviados. La aldea no
estaba amenazada. El pacífico mundo de los gnomos seguía a salvo. Era imposible,
como no fuera por aire, por algunos desfiladeros a cinco o seis mil metros de
altura, y contando con la ayuda de un águila blanca real, atravesar las
Montañas Dwarfs. La gran cadena montañosa no tenía ningún paso natural a una
altura razonable, que uniera ambos valles y que pudiera ser utilizado por ser
alguno. Pero, esta vez, Surko no esperó a estar en tierra. Desde más allá de
las copas de los árboles más altos, las hayas de más de cuarenta metros que
rodeaban el claro del bosque, venía gritando algo acerca de los trolls y de un
túnel en las Montañas Dwarfs y frases tan preocupantes como “¡Pobres de
nosotros!”, “¡Lo que nos espera!” y “¡Se viene una que ni les cuento!”.
Antes de que Surko y Nivis aterrizaran,
todo el grupo que aún permanecía en el claro del bosque ya estaba reunido en un
solo punto, mientras Terko, alejándose de Ludmila por un instante, ingresaba a
la aldea subterránea de Nihil para llamar al resto de los habitantes.
-¡Cálmate! ¡Cálmate! -le dijo
Kárkamal a Surko mientras le alcanzaba un recipiente con agua fresca -Terko ya
fue a buscar a los que faltan. Mejor te tranquilizas y nos cuentas cuando
estemos todos juntos.
En ese momento empezaban a aparecer los
demás gnomos, a emerger desde la aldea subterránea de Nihil desde diversos
túneles que tenían sus bocas de entradas o salidas en árboles de troncos huecos
a diferentes alturas, en raíces superficiales de complicada trama o al reparo
de arbustos y rocas. Los doscientos siete gnomos de Nihil, incluyendo a Surko,
ya estaban ahí. Entonces, brotaron de la boca de Surko las palabras que jamás
querrían haber escuchado. “Jamás de los jamases”, como diría Kárkamal, el
gnomo más viejo y sabio de toda la aldea de Nihil.
-¡Los trolls están cavando un túnel en las
Montañas Dwarfs para llegar hasta nuestro valle son cerca de mil según mi
primera estimación y obviamente ya que la semana pasada no hubo ningún movimiento
en este sentido recién han comenzado las tareas!- dijo de una sola vez, sin
respirar, Surko.
Después, bebió también de una sola vez toda
el agua mientras los demás gnomos se ponían blancos como Nivis, el águila real.
Enseguida sobrevinieron atropellándose las preguntas de los otros doscientos
seis habitantes de Nihil hasta que con un grito autoritario Kárkamal acalló la
vocinglería:
-¡Basta! Dejemos que Surko cuente con
detalles lo que vio y uno solo de nosotros le hará las preguntas que sean
necesarias, o sea… yo. Habla, Surko. Cuenta los hechos con pormenores y en orden
cronológico.
Así fue cómo Surko contó el principio de un
hecho que habría de alterar la vida de la apacible aldea de Nihil durante
mucho, muchísimo tiempo.
-Como vosotros sabéis salí en las primeras
horas de la tarde de ayer rumbo al Valle de Allende. El viaje es corto hasta
las Montañas Dwarfs y atravesarlas es bastante sencillo si se cuenta con un
medio de transporte tan valioso como Nivis. Llegué sin novedad al valle de los
trolls un par de horas antes de que la oscuridad fuera total. Establecí mi campamento,
como de costumbre, en la Cueva de las Estalactitas, un lugar que vosotros no
conocéis salvo por mis referencias, que se encuentra a una altura tal del valle
que jamás podría ascender un troll y eso la hace tan segura para efectuar con
tranquilidad mis observaciones. Dejé ahí los alimentos, el agua y la manta que
llevo para abrigarme durante la noche y observé el valle desde el borde de la
saliente que conforma la entrada de la cueva. Lo primero que llamó mi
atención fue el bosque devastado, arrasado, los árboles quemados, todavía
humeantes.
-Los trolls y las otras criaturas
despreciables del Valle de Allende se están quedando sin comida e incendian los
bosques para que salgan los venados y así poder atraparlos. Las técnicas de
caza de los trolls son tan elementales como ellos mismos -interrumpió por
primera vez Kárkamal.
-Justo, justo lo mismo, ni más ni menos,
pensé yo -terció Surko, tratando de hacerles ver a los demás gnomos que él era
tan capaz de elaborar un buen razonamiento como el sabio Kárkamal.
-Continúa -le dijo el viejo gnomo, restando
importancia a la acotación de Surko.
-Como los trolls, tal como es sabido, sólo
se mueven en las horas de oscuridad, decidí entonces descender un poco más
hacia el valle, con la ayuda de Nivis, antes del anochecer. Pero no pensé jamás
que, salvo los bosques arrasados, encontraría algún otro signo preocupante de
la actividad de estos seres abominables… hasta que descubrí el túnel, un túnel
artificial, quiero decir, en la ladera de la montaña. El comienzo de un túnel,
para hablar con exactitud. Fue entonces que volví a sobrevolar los bosques y
entonces cambió mi percepción respecto a lo que había observado antes: muchos
árboles están quemados para espantar a los venados… pero muchísimos más han
sido talados para utilizar la madera en el túnel.
-Para apuntalar la galería -acotó Kárkamal,
interrumpiéndolo otra vez.
-Sí, señor -continuó Surko-. Lo que quiere
decir que no se trata de una simple cueva para ser utilizada como morada, sino
de un túnel, un verdadero túnel para atravesar las Montañas Dwarfs y llegar
hasta nuestro valle.
-¿Y pudiste establecer cuánto han avanzado
en la obra? ¿Cuántos metros estimas que puede tener ya el túnel?
-Por la cantidad de tierra y rocas
extraídas y por el tamaño de la boca del túnel, estimo que puede tener ya unos
cincuenta metros, más o menos.
-Avanzan rápido; hace una semana ese túnel
no estaba -acotó Kárkamal-. Lo que no han previsto es que sólo podrán socavar la
parte superficial de la ladera de la montaña. Cuando lleguen a la roca, a menos
que cuenten con alguna técnica avanzada, o sea con la ayuda de otros seres
superiores, no podrán seguir avanzando.
-A menos que… -intentó agregar Surko.
-A menos que sepan que en cualquier momento
pueden tropezar con alguna de las innumerables galerías naturales que corren a
lo largo y a lo ancho de las Montañas Dwarfs -completó Kárkamal.
-Y siendo así… -intentó otra vez Surko.
-Y siendo así -volvió a completar
Kárkamal-, también es posible que encuentren en cualquier momento…
En este punto dejó de hablar, con el rostro
de golpe ensombrecido.
-…el Diamante Negro -completó Surko
mientras un estremecimiento recorría los doscientos siete cuerpos de los habitantes
del pueblo subterráneo de Nihil.
Terko y Ludmila se apretaron aún más las
manos. Kárkamal enmudeció y cerró los ojos, sumido en negros, negrísimos
pensamientos. Surko miró a todos y cada uno de los habitantes de Nihil con una
mirada furtiva, como pidiendo perdón por lo que había narrado. Kárkamal abrió
los ojos, palmeó con afecto la espalda de Surko, tratando de despertarlo del
letargo en el que había caído, y lo instó a continuar con su relato.
-Sigue -le dijo mientras los demás reaccionaban
y se disponían a escuchar el resto.
-Luego de estas observaciones -continuó
Surko -volví a la Cueva de las Estalactitas, aguardé hasta la noche y entonces
sobrevolé otra vez, con mucha prudencia, la entrada del túnel. Ahí pude
establecer que los trolls ocupados en este asunto son cerca de mil, ochocientos
por lo menos, y seguían llegando otros
desde diversos puntos del Valle de Allende para sumarse a las tareas.
-¿Los dirige algún…
-¿Algún Jinete sin Cabeza? No, por lo que
yo pude apreciar.
-Lo que significa que Tenebrae…
-Lo que significa que Tenebrae no está
atrás de este asunto -concluyó Surko.
-Por fortuna -agregó Kárkamal.
-Por fortuna -repitió Surko.
-¿Y luego?
-Volví a la cueva; cené, pasé allí la
noche, retomé las observaciones en la mañana y pasado el mediodía emprendí el
viaje hasta aquí.
-Hay que elaborar un plan. Hay que
organizar la resistencia. Y hay que prepararse para la guerra, para matar y
morir, si es necesario. Pero no hay que permitir que, de ningún modo, bajo
ninguna circunstancia, los trolls o cualquier otro ser descubran la gruta
donde se encuentra el Diamante Negro -dijo Kárkamal, fogoso y decidido ahora,
mientras el recuerdo de antiguas batallas le inflamaba el pecho y le daba a
sus ojos un brillo especial. De golpe, su rostro, antes sombrío, se volvió
temerario.
En un segundo ya estaba evaluando la
situación. Kárkamal no era gnomo que se quedara sentado esperando que los
acontecimientos lo superaran.
-Si los trolls tropiezan con alguna galería
es posible que, si no se extravían y mueren de inanición en algún laberinto
sin poder hallar la salida, lleguen hasta nuestro valle. Pero, también, en las
galerías se deberán enfrentar con numerosos peligros.
-Como las bestiarañas, por
ejemplo -dijo Surko-. Claro que estas criaturas también se opondrán a nuestro
paso y harán todo lo posible por convertirnos en sus almuerzos si decidimos
atacar a los trolls en el corazón de la montaña.
-Así es -dijo Kárkamal, aliado ya con Surko
en la elaboración de un plan para contrarrestar la acción de los trolls-. Pero
se podría empujar a los trolls hacia las
bestiarañas… si encontráramos la forma. Mañana, a primera hora, todos
comenzarán a acondicionar las armas. Arcos, flechas, lanzas, espadas,
cuchillos, puñales, redes, escudos, hachas, cuerdas… todo deberá estar limpio,
reluciente y en condiciones de uso. Lo que no sirva deberá ser reemplazado.
Yo comandaré las acciones. ¿Hay alguna oposición?
Nadie osó oponerse, por supuesto. Nadie
dudaba de la capacidad de Kárkamal, a pesar de su edad, para llevar a cabo una
acción como la guerra contra los trolls.
-Surko…
-Sí, Kárkamal -contestó Surko con rapidez.
-Tú serás mi lugarteniente. Y búscate ya
mismo un ayudante.
Surko se puso rojo por el orgullo que le
daba su nombramiento, infló el pecho y dijo:
-Terko.
Terko se puso rojo, infló el pecho y dijo:
-Sí, señor. Sí, señor -mirando primero a
Kárkamal y luego a Surko.
-Encárgate de distribuir las tareas en diferentes
grupos -le indicó Kárkamal a Surko-. Un grupo deberá ayudar a Iterbio, el
herrero, a forjar nuevas armas. Un segundo grupo deberá tejer redes, cuerdas y
fabricar escudos. Otro grupo deberá encargarse de construir más arcos, flechas
y lanzas. Un cuarto grupo deberá encargarse del acopio de alimentos: nueces,
almendras, avellanas, hongos que deberán secar, todo tipo de vituallas que no
se estropeen con el tiempo, plantas medicinales, etcétera. Y un último grupo
se encargará de juntar en el Arroyo Dorado las piedras amarillas que enloquecen
a los hombres.
-¿Por qué? ¿Para qué, Kárkamal? -preguntó
Surko, extrañado.
-Porque debemos tener los medios necesarios
para contratar a un ejército de hombres, si esto fuese necesario para combatir
a los trolls.
-Los hombres son muy peligrosos, Kárkamal.
Son capaces de matar por esas piedras. Son ambiciosos, envidiosos, brutales…
-Ya lo sé, pero los trolls les temen. Son
más sanguinarios que los trolls cuando se lo proponen. De cualquier manera, es
una posibilidad a la que sólo recurriremos en última instancia.
-Nos queda otra posibilidad,
Kárkamal.
-¿Cuál? -preguntó el gnomo viejo y sabio,
fingiendo que ignoraba aquello a lo que Surko hacía referencia.
-Tú sabes, Kárkamal. La magia.
-La magia… ¡Ah! ¡Cuánto hace que no recurro
a la magia! ¿Podré hacerlo todavía? ¿Tendré la fuerza necesaria? ¿Podré traer a
mi mente las palabras que no uso desde hace tanto tiempo?
-Tú sabes que sí, si te lo propones.
Además, es la última posibilidad.
-Te equivocas, Surko. Hay una última,
última, ultimísima posibilidad. Pero, si nos atrevemos a usarla, Tenebrae, que
jamás ha podido establecer con certeza si el Diamante Negro es sólo un mito o
si existe realmente, terminará por saber que es real y tratará entonces por
todos los medios a su alcance de apoderarse de él y acabará por siempre con el
mundo tal cual lo conoces tú, Surko, tal cual lo conozco yo y todos vosotros.
-¿Y cuál es esa posibilidad tan eficaz,
pero tan peligrosa a la vez?
-El Diamante Negro, Surko. El mismísimo Diamante
Negro.
Aquí, en este punto, se hace necesario
establecer algunas precisiones sobre la historia que nos ocupa. Sobre todo,
tratar de arrojar alguna luz acerca del Diamante Negro, repasando aquella
información que, entre leyendas y datos verídicos cien por ciento comprobables,
ha llegado hasta la época en que transcurre este relato.
En el Principio de Todo, tal como lo
consignan las tradiciones de estos parajes, el Caos reinaba sobre este mundo.
Cielo y tierra se confundían, tierra y agua se entremezclaban, días y noches se
sucedían a intervalos absolutamente irregulares, y terremotos y maremotos,
tifones y erupciones volcánicas asolaban un mundo todavía inhabitado; e
inhabitable, por cierto. Tras la separación de las tierras y las aguas, con
debilidad al principio, con una fuerza arrolladora después, se instaló la vida
sobre el planeta. Pero la Tierra aún giraba sin ton ni son y el Sol de repente
calcinaba los vegetales y algunas incipientes formas animales durante días
-aunque los días aún no estaban delimitados tal cual los conocemos- o
desaparecía de algunas regiones por noches y noches sumiéndolas en la
oscuridad; y más tarde, sin el beneficio de la fotosíntesis, en la podredumbre.
Se hacía necesario entonces regular la actividad de la luz solar imprimiéndole
al nuevo planeta una rotación coherente a fin de que la vida se viera beneficiada
por el brillo vital durante cierto tiempo y privada de éste durante otro, en
el equilibrio justo, perfecto, para asegurar por fin la llegada de formas
superiores de vida.
Así fue creado el gigantesco Diamante
Negro. Aquello Que Organiza, El Orden
Esperado, o simplemente Eso, Aquello o Lo Esperado, fueron nombres, algunos
de los nombres que en un principio se aplicaron, cuando todavía era nada más
que una presunción, al Diamante Negro.
Dicen que en los primeros tiempos
descansaba sobre la cima de un monte de Anatolia donde miles y miles de años
más tarde habría de encallar una nave que transportaba consigo todas las formas
de vida del planeta. En Anatolia, claro, dicen los gnomos, que no por nada
significa “salida del Sol”.
Allí, en Anatolia, comenzó a regular los
ciclos de la Tierra alrededor del Sol, el Diamante Negro.
Pero, no todos los habitantes del planeta
estaban conformes con este orden de las cosas, con esta regulación de la luz
tan beneficiosa para la inmensa mayoría. Las Huestes del Mal -y no hablamos aquí
de una alegoría, de una metáfora- desde siempre, desde el Principio de Todo,
conspiraron tratando de entorpecer los beneficios que comenzaban a llegar a
este mundo. A veces, con un fin determinado; a veces, muchas más, por el simple
afán de empeorarlo todo. Así, trataron de apoderarse del Diamante Negro,
llamado Aquello o Lo Esperado por esos días, siniestros personajes como Alitah,
el del corcel negro que volaba, que jamás pisaba el suelo, ya que era sabido
que donde pisaba este corcel jamás volvía a crecer la hierba, y eso delataba,
contra la voluntad de su amo, la presencia del Mal. Alitah fue derrotado, pero
sólo después de someter a pueblos y pueblos a sus designios, por varios
ejércitos. Nótese que se especifica “varios ejércitos”. Era la única forma de
vencer a Alitah, el que volaba en su corcel, por lo menos al personaje que se
conocía como Alitah, ya que se sospecha que antes, o después, o en forma
simultánea a veces, había encarnado, o encarnaba o reencarnaba en otros seres
igualmente diabólicos, como Lethir, que también sometió a pueblos y pueblos,
que también pretendió apoderarse del Diamante Negro y que también había sido
derrotado tras la unión de varios ejércitos.
Los gnomos saben, siempre lo supieron, que
el Mal siempre fue uno solo. Tenebrae, el temido, el odiado Tenebrae, fue
Alitah, fue Lethir, fue Heliogábalo, fue Halucard; y siempre, siempre, una
“h”, una inocente letra “h”, llámese casualidad o designio supremo, pretendió
hacer saber al resto de los mortales que estaban en presencia de seres con algo
innombrable.
En ellos estaba la esencia del Mal y la “h”
los identificaba. Excepto a Tenebrae, nombre con el que los gnomos designaban a
este ser que jamás habían conocido -es imposible decir que jamás habían tenido
el placer de conocer- hasta tanto no supieran su verdadero nombre, que, con
absoluta seguridad, tendría una “h”. Sólo así, conociendo su verdadero nombre,
era posible derrotarlo. Mientras lo identificaran solamente como “Tenebrae”,
sólo podrían luchar contra él indefinidamente, sin tener la certeza jamás de
haberlo derrotado.
Así, con el fin de establecer su verdadero
nombre para vencerlo al fin, los magos habían realizado sucesivos
encantamientos nombrando a Tenebrae como El Mhal, La Hoscuridad, El Ser Hoscuro,
El Señor de las Thinieblas, El Hamo de la Hoscuridad, El que Todo lo Confhunde,
El Sinhiestro, y miles de nombres más colocando la “h” en todos los lugares
posibles, que no arrojaron resultados satisfactorios. Y Thenebrae, Tenhebrae,
Tenebrahe, fue luego Tenebrae a secas, sin “h”, y así sería llamado por los
gnomos hasta que se pudiera conocer el verdadero nombre de este ser que
controlaba a trece Jinetes sin Cabeza que hacían las veces de sus
lugartenientes.
Estos trece jinetes fueron en un principio
trece hombres con sus respectivas cabezas coronando sus cuerpos, que el malvado
Tenebrae había reclutado escogiéndolos
entre muchos seres abominables y luego de haber observado que entre todas las
criaturas del planeta había una que podía ser la más tenebrosa, la más
maligna, la más perversa de todas ellas si se lo proponía: el hombre. Y fueron
recompensados por sus macabros servicios como el ejército personal de
Tenebrae con fortunas incalculables y placeres sin medida. El oro, el mismo oro
que corría por el Arroyo Dorado en el Valle de Aquende, compraba sus
conciencias y todo lo podía, aun lo más aberrante. Pero, la ambición de estos
trece hombres fue mayor que las riquezas y los beneficios que Tenebrae les
dispensaba generoso y conspiraron contra su amo para obtener algo más que
bienes materiales.
Los trece hombres querían el Poder. El Poder inconmensurable y maléfico de Tenebrae.
En sus mentes enfermas de ambición vislumbraban una sola ecuación: Poder es
igual a más riquezas; más riquezas es igual a mayor Poder. Tenebrae tronchó
entonces de un solo movimiento las ambiciones de estos trece jinetes. Los
alineó frente a él montados en sus caballos simulando encomendarles una misión
y la hoja de una cimitarra de trece metros de largo manejada en apariencia por
el viento, cuenta la leyenda, voló a la altura de sus cuellos y las trece
cabezas rodaron por el polvo. Pero, los trece jinetes, por voluntad de
Tenebrae, no murieron. Les dio vida a sus cuerpos uniéndolos con sus
cabalgaduras y conformando trece nuevas criaturas; dotó a los corceles de una
mayor comprensión y así convirtió, ya sin recompensa alguna, a estos otrora
trece hombres en trece esclavos fieles, absolutamente consecuentes -y
obsecuentes también- a su entera disposición. Y a partir de ahí, ya no hubo
más cuestionamientos. Después se abocó por entero a la misión que lo consumía
desde que el Diamante Negro había desaparecido de Anatolia: ubicarlo, apoderarse
de él, controlar el planeta, el día y la noche, la luz y la oscuridad, la vida
y la muerte, y sumergir a todo ser viviente en el más espantoso de los mundos.
Así llegamos hasta los días en que
transcurre esta historia. El Diamante Negro, desde la época de la Gran Lluvia,
ya no reposa en Anatolia, sino en las entrañas de las Montañas Dwarfs. Los
gnomos lo vigilan desde hace muchas, muchas generaciones y Tenebrae intenta conocer su paradero, aunque
lamentablemente para él, tampoco tiene la certeza absoluta de su existencia.
El mundo cumple en forma rutinaria con su ciclo alrededor del Sol y gira sobre
sí mismo cada veinticuatro horas. Si el Diamante Negro sigue permaneciendo en
su sitio, tal cual está orientado desde hace milenios, el Mundo seguirá su
ritmo y nada cambiará. Pero, si cae en manos de Tenebrae nada volverá a ser tal
como los gnomos y las otras criaturas que habitan el planeta conocen. Los
beneficiados serán sólo los seres de las sombras. Los arroyos se tornarán
pestilentes, el aire irrespirable y fétido, los tejidos de todo ser viviente
se licuarán en ríos putrefactos y las aguas serán un veneno maloliente por la
descomposición de animales y vegetales.
El Mal, la oscuridad, la peste, reinarán
sobre el Mundo. Un mundo muerto, oscuro, silencioso, abominable.
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